Roberto tuvo que irse de la casa a sus 13 años, luego de que su familia se diera cuenta de que estaba vendiendo, poco a poco, objetos del hogar para adquirir dinero. Sin opciones convirtió la calle en su nuevo refugio.
Para sobrevivir se involucró con una banda dedicada al microtráfico y al hurto. Un amigo lo ayudó a entrar. La banda, cuyo nombre Roberto prefiere mantener en secreto, operaba en el centro de Bogotá. Luego pasó a otra banda en el barrio en el que ahora vive. Acepta que su motivación principal para entrar en el negocio fue el dinero, pero también la necesidad de sentirse protegido.