Solo han pasado siete meses desde que Miguel cumplió la pena por cinco años que debió pagar en la cárcel La Picota de Bogotá, luego de atracar, cuchillo en mano, a un hombre en el norte de Bogotá, en busca de plata para consumir droga. De los años tras las rejas saca una dura conclusión sobre las bandas de microtráfico y narcotráfico: “Los alfiles y las torres están en las calles, pero los reyes y las reinas están dentro de las cárceles, encerrados y bien cuidados por el INPEC (Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario), donde no hay riesgo de encontrarse con los enemigos del barrio”.